Alice Wonder iluminó Salamanca con uno de esos conciertos que no necesitan artificios para quedarse grabados.
La noche del 20 de noviembre, dentro del ciclo UltrasonicX, el Teatro Juan del Enzina se convirtió en una cápsula eléctrica donde la artista desplegó un directo sincero, magnético y sin miedo a mostrar su nueva piel musical.

Desde los primeros compases con “?do u love me?” y “ali despierta”, quedó claro que Alice no venía a medir fuerzas, sino a entregarse sin filtros. Su sonido, más oscuro y electrónico, ocupó el espacio con una identidad sólida, madura, de esas que se construyen a fuego lento.

El esqueleto del concierto giró en torno a Soulost, su último trabajo, un disco que mezcla electrónica, rock y confesiones en voz baja. Es un álbum que nace de preguntas existenciales y de la urgencia por recomponerse, y en directo cobra un peso todavía mayor. Canciones como “Tu Alma” —con un final expansivo que elevó la sala—, “Lapislázuli”, “Tormenta” y el tándem “3n3mY” + “My dying sun” demostraron que Alice está jugando en otra liga, con una estética sonora cada vez más personal.

Hubo también momentos para los clásicos que han marcado a su público: “Por si apareces”, “Corazón Mármol” o “Bajo la piel” aparecieron para equilibrar el pulso emocional de la noche. Pero la realidad es que lo nuevo ganó por goleada. La fuerza de su etapa actual se hizo notar en cada golpe de beat, en cada giro vocal, en cada silencio entre canciones.

El cierre no pudo ser más simbólico: “LaDrogaMásSuaveDelMundo” dejó al público con el corazón en alto y “Quién soy” puso un broche íntimo, casi meditativo, que terminó de sellar la noche.

 

Una actuación sin trampa ni cartón. Alice Wonder ha encontrado su voz definitiva y Salamanca lo celebró con ella. Una de esas fechas que recuerdan por qué seguimos yendo a conciertos: porque cuando alguien canta la verdad, se nota.